El año 2015 fue testigo de dos eventos extraordinarios relacionados con la teoría de la relatividad general. Por un lado, se cumplieron cien años de la publicación de la teoría por Albert Einstein. Durante este centenar de años la relatividad general, no aceptada de manera absoluta en sus inicios, se ha consolidado como la mejor descripción con la que contamos de la gravedad y del movimiento de los cuerpos. La confirmación de las predicciones de la teoría, como la deflexión de la trayectoria de la luz por la gravedad (observable durante los eclipses de Sol) y la posible existencia de lentes gravitacionales (galaxias en la línea de visión a otras galaxias más lejanas que curvan y distorsionan la imagen del objeto lejano), fueron creando confianza entre los científicos. De similar manera, se ha acumulado un gran cuerpo de evidencia astronómica a favor de la existencia de los llamados hoyos negros, otra de las predicciones de la teoría de la relatividad general. El segundo evento destacado fue, por supuesto, la primera detección de ondas gravitacionales, ocurrida el 14 de septiembre de 2015. Estas ondas son tan difíciles de detectar que si bien el mismo Einstein habló de su posible existencia, a la vez expresó su escepticismo de que alguna vez se detectaran. Este logro extraordinario fue posible gracias a la labor de un equipo de miles de ingenieros y científicos que por décadas trabajaron en la construcción de unos detectores de características.