Escribir bien: requisito de una estrategia legal ganadora y distintivo de excelencia. Para preparar una demanda, una sentencia o un contrato un abogado necesita consultar una ley, lo hace leyendo un código, no puede dar un paso si no lee (y comprende) esas ideas contenidas en palabras, frases y párrafos. Pensando en un litigio típico, el proceso empieza siempre con un documento llamado demanda y concluye con otro llamado sentencia, y entre ambos hay una enorme cantidad de documentos legales de diversas clases: leyes, contratos, sentencias, jurisprudencia, libros... en los que participan abogados de todas las especialidades y ramas del derecho. Todos los abogados -no sólo los litigantes- trabajan con documentos redactados, es decir, compuestos por palabras, frases, oraciones que expresan normas, peticiones, cláusulas, argumentos, exposiciones de hechos, cláusulas, etcétera. Y de la misma manera que un cirujano no puede operar sin un bisturí, un abogado no puede ejercer su profesión sin la palabra escrita. El documento es el vehículo del abogado para comunicar su conocimiento y experiencia de la ciencia jurídica, su estrategia y creatividad; es la herramienta de su trabajo diario, y el documento legal determinará el éxito o el fracaso de cualquier asunto que emprenda.

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