Con Adiós al progreso Antonio Campillo se ha propuesto afrontar la llamada «crisis de la modernidad» y esclarecer su posible significado histórico. Para ello, el autor ha eludido a un tiempo la fascinación y la nostalgia, la pirueta polémica y el aderezo erudito. Su estilo posee el rigor y la claridad de una auténtica meditación filosófica. Una meditación que recorre el siguiente itinerario: 1) En primer lugar, se nos ofrece un análisis del pensamiento moderno en el que se pone de manifiesto el carácter central de la idea de progreso. La crisis de la modernidad no es sino la crisis de esta idea. 2) A continuación, se nos muestra cómo ha comenzado a surgir una nueva concepción de la historia, una nueva relación del presente con el pasado (y con el futuro). Esta nueva filosofía de la historia —de la que el autor se considera un mero intérprete— ya no pone en juego la idea de progreso, sino la idea de variación. 3) Es, pues, esta idea de variación la que permite identificar una forma posmoderna de pensamiento. Pero si esto es así, el pensamiento posmoderno tendrá que pensarse a sí mismo como una variación —y no ya como un progreso o una superación— del pensamiento moderno. De esta última cuestión se ocupa la tercera y más amplia parte de la obra.