Zoquiapan resguarda el vestigio de un grupo de construcciones del siglo pasado que ha asilado durante décadas a los excluidos, aquellos contagiados de una enfermedad temida e incomprendida asociada con la maldad: el leprosario. Es en este sitio donde habitan los protagonistas de Los ajados, seres desvalidos que, a falta de una familia de sangre, han conformado una comunidad entrañable que aminora su tristeza y soledad. Al conocer sus historias, resulta imposible no experimentar la necesidad de acompañar a cada uno de estos cuerpos fragmentados, movidos siempre por la esperanza de una cura o sosegados a la espera del final, gracias a la compresión de los demás.

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