La Armonía, nuestra vieja amiga, considerada antaño como el método indispensable e inmejorable de enseñanza, ha tenido que descender del pedestal sobre el cual el respeto general la había colocado. La culpa no es tanto de la actitud de aquellos estudiantes que sólo consideraron su estudio como un mal necesario. Más bien se debe a la convicción creciente de ciertos profesores de que si bien uno debe seguir las reglas de la armonía por mero respeto a la tradición, conviene sin embargo independizarse de ellaN si se tiene la intención de emprender tareas creadoras y aun teorías de orden superior, para seguir con seguridad nuestro camino. La práctica musical se ha encaminado por sendas por las que la enseñanza de la armonía no la ha podido seguir. Principios constructivos que abarcan solamente una pequeña fracción de las posibilidades del material armónico; limitación con respecto al estilo; dependencia excesiva de la notación; fundamentos acústicos insuficientes: he aquí las razones que motivaron el atraso del estudio de la armonía en la carrera entablada entre la práctica musical y la enseñanza teórica. He escrito extensamente sobre ese tema. En el "Arte de la, Composición Musical" dediqué centenares de páginas a la crítica de la teoría convencional de la armonía y a sugerencias para su mejoramiento, de modo que puedo ahorrarme aquí una discusión extensa sobre este tema.