El ballet, tal como lo disfrutamos hoy, es producto de una larga evolución que culmino en un alarde artístico, cuyo marca abarca la juventud, la elegancia, la técnica, la sensibilidad, el temperamento y la disciplina de las ejecutantes en un marco esplendido, en el que las escenografías, la iluminación, los vestuarios y las maquinarias se unen para brindarnos una preciosa historia que, aunque es fantástica, el contexto teatral la vuelve real durante el gozoso momento de la representación.