En este libro hay rabia social e íntima, que se eleva en "Salmos": "Porque se levantaron contra mí mis propias sombras. Los huesos, mis costillas se hicieron cárcel, y desdoblé mis puños en flácidas falanges. Y yo encendí una ofrenda para que me oyeras (...) para alumbrar desde mi voz tu nombre". De esta altura es la poesía de Elías Adbeel, el autor del poemario que tiene usted entre las manos. El poeta crea asociaciones deslumbrantes, con vocablos que enriquecen las imágenes de sus versos. Susurra y grita su dolor y su estado de ánimo amarillo, con un dominio del lenguaje llano y de los cultismos. Para él, en las casas de los pobres construidas en los cerros habitan "sueños cordilleras". La gran ciudad se le encaja en los sentidos, le aúlla. Para Elías Adbeel, al escribir poesía, hay que poner a hervir el sentimiento, para que suelte todo su jugo. Luego hay que dejarlo reposar, "dejar que se asienten los vapores, que se enfríe por completo". El poemario se divide en seis secciones, la última da título al volumen: Breviario imaginario. El segmento cierra con un poema de largo aliento, hondura, vasto en recursos poéticos y con una voz propia bien fraguada, como en todo el libro, pero sorprende que en su ánimo críptico transparente el origen de su rabia. La poesía mexicana, sin duda, se enriquece con estos versos. Patricia Camacho Quintos