Con independencia de dos novelas menores y una serie de relatos cortos, Stendhal alcanzó un elevado reconocimiento literario por cuatro grandes novelas: Armancia (1826); Rojo y negro (1830); La cartuja de Parma (1839), y Lucien Leuwen (1894, incompleta y póstuma). La obra que llena estas páginas, La cartuja de Parma, es considerada por muchos como la mejor novela de Stendhal, además de fiel representante de la corriente literaria de la que Stendhal, junto con Balzac, fue precursor: el Realismo, que fue una reacción en contra de los excesos idealistas del romanticismo. En esta corriente predomina el retrato de la realidad sobre la propuesta espiritualista o trascendental, siendo los personajes seres de carne y hueso, con todas sus contradicciones y complejidades, y no símbolos descarnados, de la heroicidad o el amor puro. La trama se desenvuelve en un ambiente histórico objetivo y el dramatismo surge de la vida interior, sino de la dialéctica entre el individuo y la realidad, lo que conlleva un análisis crítico de la sociedad y una penetrante inspección psicológica de los personajes.

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