En una sociedad caracterizada por la desigualdad y el conflicto de intereses, las instituciones sociales no desempeñan un papel neutral: necesariamente tienden a potenciar unos grupos y a coaccionar a otros. En definitiva, al legitimar el orden social desde los intereses dominantes, canalizando los conflictos socio-políticos hacia fórmulas y soluciones asumibles desde el orden social vigente. De ahí que sea difícil dar con una solución reformista al problema concreto de la desigualdad educativa, ya que la igualdad requeriría la eliminación de la estructura meritocrática, pero esa reforma no puede tener lugar en un sistema educativo cuya propuesta es socializar niños dentro de una sociedad estratificada en clases.