Durante milenios la humanidad caminó por nuestro planeta con una corta esperanza de vida; en la Edad de Bronce, reportes del Imperio Sumerio, hace más de 4 000 años, fijaban la esperanza de vida del ser humano en 35 años; los sujetos que llegaban a la senectud eran considerados los sabios o consejeros de las tribus y sus gobernantes, así, durante la República Romana gobernaba el senado (derivado de senecto), y la edad era un factor importante para merecer el cargo. Cuenta la historia que a Publio Cornelio Escipión, mejor conocido como Africanus, se le negaron los honores de general con imperium, pues por tener 25 años no tenía edad para ser nombrado procónsul, a pesar de haber expulsado a los cartagineses de Hispania. A pesar de los esfuerzos de la medicina alternativa, la esperanza de vida no se modificó en los siguientes 4 000 años (de hecho, en ese lapso sólo se logró modificar la historia natural de una enfermedad, el paludismo, usando la corteza de chinchona en Perú), y es hasta después de la primera década del siglo XX que las cosas se modificaron. En 1910 (cuando la esperanza de vida era de 30 años) aparece el salvarsán, y con él nace la medicina alópata. Este hecho fundamental, aunado a los avances en medicina preventiva y en los métodos diagnósticos, ha permitido que en menos de 100 años la esperanza de vida de la humanidad se incremente dos veces y media. De acuerdo al censo poblacional del INEGI de 2010, la esperanza de vida en México es en promedio de 75.6 años de edad, y según las proyecciones para el año 2050 la esperanza de vida crecerá a 81.9 años, con aproximadamente 25% del total de la población conformado por personas mayores de 65 años.

Detalles