«Es un dolor que va más allá de lo biológico /no defiendo aquí su origen /que me somete /es sólo un desecho / saldo en desuso de lo que no fue», afirma Lizzie Castro (Guadalajara, Jalisco, 1980) en un fragmento de este volumen. Ese dolor nace de lo vivo y, al mismo tiempo, hace nacer lo vivo de sí. Por ello su naturaleza «es el dolor dos veces», según Vallejo; por ello, también, es todo menos estéril. En su altivez migrante, en su esplendor sin gravedad, la mariposa olvida su prólogo de huevo; que fue amenaza de plaga cuando oruga y que probablemente no nació entre pañales o capullos de seda, como cualquier crisálida. El «saldo en desuso de lo que no fue» son estos veintitrés poemas. Crisálidas que no aspiran a una vida futura como mariposas en el cielo, sino a construir su duda evolutiva, su precariedad y su inminencia. La poesía de Lizzie Castro «No mira la imagen / Siente la carga / Rompe con su pasado / Busca lasformas». Dicha búsqueda es una lección de riesgo: no hay poesía eléctrica y enrarecida que no emita su propia luz neón. Deslumbrada de sí, la luz del sol acaba parasitando todos los colores. Hernán Bravo Varela