Antes de morir, a los cuarenta años, Luis Ignacio Helguera planeó un libro en el que reuniría textos breves, misceláneos, mordaces: De cómo no fui el hombre de la década y otras decepciones. Se compondría de fábulas, ensayos veloces, aforismos, lecturas y retratos. Dejó un plan de su puño y letra, y si bien no fue posible encontrar todos los materiales (tal vez algunos ni siquiera los escribió), en la búsqueda descubrimos otros no recogidos en libro que, impregnados del mismo humor melancólico e inconforme, lo completan. Si un género predomina en este libro es el "ensayo inglés": tanteos personales e irónicos, que con el pretexto de hablar sobre cualquier cosa no hablan sino del autor. Pero sus maestros no eran ingleses; Torri, Arreola, el casi olvidado Miret, fueron sus modelos de "escritor imposible": artistas de lo fugitivo y lo impredecible, atentos a la anormalidad de todos los días. Debajo de la engañosa diversidad de estos escritos se dibuja una suerte de autorretrato póstumo. No sólo figuran casi todas sus obsesiones -la música, el ajedrez, el alcohol, los "raros"-, en cada frase está presente Nacho de cuerpo entero, socarrón y preciso, musical y triste, siempre dispuesto a reírse de sí mismo. Es verdad que no se convirtió en el hombre de la década, pero como anota Fabio Morábito en el prólogo, "cuando ésta y las décadas venideras hayan borrado del mapa a tantos que hoy se creen imperecederos y diamantinos, su escritura seguirá ahí, hospitalaria y profunda".