El sonorense por adopción, Edgar A. Contreras, desafía radicalmente al género negro a través de una novela más bien intimista, cargada de emotividad e hiperrealismo, cuyo protagonista, el «Perro» Domínguez, es un hombre duro, o que pretende eficazmente pasar por uno, pero en realidad llora ?como solo los hombres duros pueden llorar? por la desaparición forzada de su hija Fernanda. Imposible que este personaje fuera otra cosa que un ex boxeador, y uno muy vengativo, que nunca ha dejado de entrenar? para lo que se ofrezca. Visitar la morgue se ha convertido para el «Perro» en una rutina, la única esperanza que guía sus pasos, esperanzado en lo que, intuye, es imposible: que reaparezca su hija. Esta situación lo envuelve hasta colocarlo en una situación límite signada por la empatía para con los deudos de los cuerpos que casi a diario aparecen en el desierto, propiciando una inesperada ?y brutal? vuelta de tuerca al muy aparente remanso inicial. Una primera novela extraordinariamente madura, con una prosa entre poética y desnuda, además de descriptiva y con cierto tono periodístico, eriza los vellos y mantiene alerta al lector, a la espera de algo que la aparente resignación del protagonista estalle más allá de lo imaginable. La de Edgar A. Contreras es una apasionante voz que se suma a la de otros grandes cultores del género negro en el noroeste de México como Élmer Mendoza o Imanol Caneyada. Eve Gil