El grito manso contiene una de las últimas intervenciones públicas de Paulo Freire y es, a un tiempo, expresión de su pensamiento maduro y encuentro comprometido con quienes trabajan día a día con sus ideas. En él se recogen sus reflexiones acerca de los problemas que asedia la práctica de la educación en el filo del siglo XXI, en este contexto a la vez vulnerable y esperanzado, pero también sus ideas acerca de la historia, el cambio social, las utopías y la responsabilidad del hombre en el mundo globalizado. Intervenimos en el mundo a través de nuestra práctica concreta, de la responsabilidad, cada vez que somos capaces de expresar la belleza del mundo. Cuando los primeros humanos dibujaron en las rocas figuras de animales ya intervenían estéticamente sobre su entorno, y como sin duda ya tomaban decisiones morales, también intervenían de manera ética. Justamente, en la medida en que nos tornamos capaces de cambiar el mundo, de transformarlo, de hacerlo más bello o más feo, nos volvemos seres éticos. Hasta hoy jamás se supo que, por ejemplo, un grupo de leones africanos arrojara bombas sobre ciudades de leones asiáticos. No hemos sabido hasta hoy de la existencia de algún león que matara con premeditación. Somos nosotros, los humanos, que tenemos la posibilidad de asumir una opción ética, quienes hacemos estas cosas.

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