La portentosa culminación del Cuarteto de las estaciones. Una celebración del hecho de estar vivos en el mundo. "El mundo es intraducible, pero no incomprensible, mientras se conozca la sencilla regla de que nada de lo que expresa a través de sus miríadas de vida y criaturas va seguido de interrogaciones, sino solo de exclamaciones", le cuenta Karl Ove Knausgård a su hija en este volumen que cierra el Cuarteto de las estaciones. Llega pues el apoteósico final de este ambicioso proyecto. Se recupera aquí el formato de enciclopedia personal, en este caso marcada por el estío, lo cual da pie a hablar de la lluvia de verano y las lágrimas, los cerezos y los ciruelos, los cubitos de hielo y los helados, la pesca de cangrejos y las barbacoas... Y entre esas reflexiones siempre sagaces y heterodoxas, se intercalan entradas de un diario íntimo del escritor.

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