Se ha dicho muchas veces que una sociedad que no conoce su pasado está expuesta a repetir los errores. Hoy quisiera plantearlo de otra manera: quien conoce su pasado puede volver sobre sus aciertos. Y no hay duda de que el gobierno mexicano acertó cuando ofreció asilo a los españoles perseguidos en su patria en 1939. [...] También es preciso destacar que esta exposición se lleva a cabo cuando la tradición hospitalaria de México —que incluye, además de los refugiados españoles, a los judíos perseguidos por el nazismo, a León Trotsky, a los demócratas de Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Guatemala, Salvador, Honduras y Haití, a cubanos revolucionarios y disidentes de la revolución, entre otros— se ve eclipsada por el trato que hoy reciben los emigrantes centroamericanos martirizados por criminales pero también extorsionados por funcionarios sin escrúpulos. Recordar lo que ha hecho México con el exilio español nos recuerda el inmenso beneficio que procura a nuestra nación y al mundo apostar por la solidaridad y la generosidad, apoyar a quienes sufren por razón de sus ideas o por las condiciones adversas de sus sociedades, ponernos del lado de quienes luchan por justicia, libertad y dignidad.