En los breves y deslumbrantes textos ensayísticos de Enrique Vila-Matas (Barcelona, España, 1948) parecen confluir los signos de una visión de mundo, de una "estética" que recorre, en un amplio juego de representaciones, gran parte de su obra narrativa, sobre todo a partir de Bartleby y compañía (2002) y Mal de Montano (2003): lo que con Paul Virilio podríamos llamar "una estética de la desaparición". Esa estética parece corresponderse con una de las últimos avatares de la crisis del sujeto de la modernidad: si el espectacular paso a la racionalidad de la primera modernidad puso en crisis al sujeto, colocándolo en lo que Lukács llamara "el desamparo trascendental", desdibujando los límites entre sueño y vigilia, entre ficción y realidad, tal como puede verse en su primer expediente narrativo, El Quijote, y tal como señala Borges en "Magias parciales del Quijote"; el paso de esa crisis por "la tabla giratoria de la postmodernidad" que es Nietzsche, según la frase de Habermas, hace que esa crisis se torne desaparición, al intuir la noción de sujeto como devenir. En Doctor Pasavento (2005) se señalan expresamente, desde la perspectiva del relato, esos dos momentos: "Parecía como si cada vez más el tema de la desaparición tirara mucho más en mi que el de las relaciones entre realidad y ficción". Victor Bravo