Como las aves cantando en el corazón de los árboles, como un perro, en medio de la nada, como toro furioso que embiste, la poesía de Gerardo Grande revoluciona el espíritu, toma de las flores luminosas y proclama la revolución de la escritura, así como la del amor. Cual Mayakovski, tensa la palabra para dejarlo todo, y nuevamente lanzarse a los caminos, parafraseando a su amado Roberto Bolaño. De marca fundante como el fuego, el autor resignifica la impronta de sus anteriores libros y redobla la apuesta que amanece en la furia de vivir, porque vivir es arder ene estado de poesía permanente, donde el poeta sostiene la mirad y pone el cuerpo. Sus escenarios son viajes oníricos, por ciudades existentes o no. Este salvaje animalito rockero, de pez argento en su sangre plateada, se deja atravesar el alma siempre joven rubendariana o spinetteana; canta escribe y no se detiene nunca hasta que el silencio se haga en él, donde seguirá soñando con la poesía que morderá a quienes deba morder. Este libro vuelve a denotar la coherencia de su pasión, a raíz de la cual, lo pronuncian dentro de las voces poéticas más potentes y más auténticas en América Latina.