"Son mis ojos los que ven, y la visión de mis ojos le confiere belleza a la tierra. Son mis oídos los que oyen, y mis oídos le dan su canción al mundo. Es mi mente la que piensa, y el juicio de mi mente es el único faro que puede encontrar la verdad. Es mi voluntad la que elige, y la elección de mi voluntad es el único mandato que debo respetar". En esta llamativa y original historia, Ayn Rand nos presenta un terrorífico mundo del futuro, en donde el derecho individual es tan inexistente como en una comunidad de hormigas. El "Yo" se ha olvidado, incluso perdido voluntariamente, siendo reemplazado por el culto al "Nosotros", la única expresión validada por la sociedad. Uno nace, y aquello que natural e inexplicablemente crece en su interior, eso que alguna vez lo impulsa a gritar extasiado: "¡Hay tanto todavía por aprender! ¡Es tan largo el camino delante de nosotros, qué importa si tenemos que recorrerlo en soledad!"; esa fuerza primigenia y absoluta lo enfrenta constantemente contra esa moral predominante, la moral del "Nosotros". Así, incapaz de ser condescendiente como sus compañeros, el protagonista supera terribles dificultades hasta lograr finalmente la gloria de reconocer a su lucha como la máxima expresión de su individualidad, conquistada en cada paso hacia la dirección que él considera correcta, producto de sus propias decisiones y valoraciones. "Himno", es un grito de alarma, es el grito de una voz que sólo sabe cantar, y su canto fluye desde las profundidades del espíritu verdaderamente humano, aquel que se reverencia a si mismo por lo elevado en su carácter, aquel que es soberano de si mismo y sabe que esta es su máxima aspiración. La autora dice de este libro: "es, de alguna manera, mi manifiesto, mi profesión de fe". Los sabios sabrán descubrir su belleza.