La luz es algo tan natural y necesario como el aire. Sin ella no habría vida sobre la Tierra, y nuestros ojos resultarían inútiles. Pero, ¿qué es la luz? No la podemos tocar, pero sí podemos cortarle el paso y producir una sombra. Incluso sabemos que viaja más rápido que el sonido, lo que resulta evidente en los días de tormenta, cuando el trueno, por más que se esmere, jamás puede alcanzar al relámpago. La mente humana primero se maravilló ante la luz, y la vistió con todos los atributos divinos. Luego intentó desentrañar su naturaleza. Pero no fue fácil. Historia de la luz indaga, precisamente, en esa búsqueda, que llevó siglos, y en la cual no sólo las ideas estuvieron en juego. El poder y el prestigio también ocuparon un lugar central. Por otra parte, la historia de la luz pone en evidencia el papel que desempeñaron los experimentos, en los inicios de la ciencia moderna, a la hora de dirimir cuál de las explicaciones alternativas se ofrecía como la más adecuada. En ese recorrido de más de veinticinco siglos, la luz fue perdiendo los atributos que la vinculaban a la divinidad. Sin embargo, no se la pudo despojar de todo su misterio. Y hoy se nos ofrece con cierta ambigüedad, con esa rara capacidad de ser, al mismo tiempo, onda y partícula.