Shiki tiene un lugar indisputable en la tradición del haiku, debido a su empeño incesante por renovarlo, rejuvenecerlo. Por tal razón no le concedió gran importancia al arreglo clásico de 5-7-5 líneas ni a la palabra clave para aludir a la estación de referencia. Su mérito consistió, sobre todo, en hacer del haiku una entidad totalmente independiente de la renga, como forma capaz de tener valor poético por sí misma. Rechazo así los antiguos términos que se utilizaban, hokku y haikai, para nombrar a la estrofa inicial del renga y estableció en definitiva la designación de haiku En los tiempos de modernidad que vivió, se le reprocho lo insuficiente de la brevedad del haiku para una expresión artística compleja como lo era el poema largo introducido de Occidente. Shiki fue terminante en su respuesta: la fuerza del haiku consistía en su brevedad, una brevedad que era capaz de expresar momentos poéticos imposibles de lograr con otras formas.