¿Hay que morir para vivir por siempre? Esa es la única manera de perpetuar los sueños que con trabajo duro se han resguardado en los preciados baúles de un país en vías de progreso; aún se conservan las memorias más entrañables de una época marcada por el glamour y la fantasía que usted, amable lector, podrá hallar aderezando las letras de Enrique Vélez, quien tiene el honor de narrarnos esta historia desde primera fila. Dichoso su legado cubierto de perlas, cashmere y finas pieles que fueron testigos de la mágica belleza que podía contemplarse en un recinto digno de la realeza. Entre épicas veladas y la conjunción de melodías musicales al compás de los más grandes ponentes del medio artístico, hemos de invitarle a conocer qué hubo detrás de esas galardonadas noches de espectáculo que hoy son parte del ayer, pero que jamás dejarán de remembrarse. Tiene usted entre sus manos un verdadero tesoro; el deleite de una obra merecedora de sus ojos para ser conocida generación tras generación; una que auguro vivirá cual eco en la eternidad.