Del brazo del novio se encontraba su madrastra, quien se encargó de criarlo, luego de perder a su madre al mismo instante de nacer: Doña Encarnación Parada, la única abuela que conocí y de la que guardo un hermoso recuerdo de mis primeros años. Era una mujer saludable y robusta, tanto que pudo criar a trece niños sin perder una pizca de su carácter pícaro y risueño.