De pronto, el indio vio cómo por detrás de una roca aparecía algo semejante a un humo rojizo. El humo se disipaba lentamente, tiñendo el agua de color rosa. Seguidamente surgió algo oscuro. Ese algo viró lentamente y se perdió tras un saliente de la roca. El humo purpúreo en el fondo del mar solo podía ser sangre. ¿Qué habrá sucedido? El indio miró a su compañero, pero este yacía supinado, inmóvil, respirando ansioso con la boca y la mirada ausente clavada en el cielo. El indio comenzó a remar inmediatamente hacia el Medusa, temeroso por la vida de su compañero. Al fin el buzo se recuperó, pero parecía haber perdido el hábito de hablar: solo mugía, sacudía la cabeza y resoplaba. Los pescadores que se hallaban en ese momento en la goleta rodearon al buzo, esperando impacientes sus explicaciones. -¡Habla de una vez!- le gritó, al fin, un joven indio que sacudía vigorosamente al buzo. -Habla, o te arranco de cuajo esa alma de cobarde que anida en tu pecho-. El buzo meneó la cabeza y dijo con voz sorda: -He visto... al "demonio marino"-.

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