Mucho se ha escrito sobre los vínculos que asocian al arte pictórico con otras artes. Duplas como la pintura y la música o la pintura y la arquitectura son motivo de análisis simbióticos. Muchas veces, esta aproximación sólo se plantea desde la perspectiva estética precisamente de una mutua inspiración. La correlación entre la literatura y el cine es tema de un sinnúmero de estudios: se habla de la intertextualidad y de la adaptación de la primera al segundo, ya sea desde la literatura dramática con obras teatrales o desde la narrativa a través de cuentos, novelas e incluso poesías y ensayos. En casos menos frecuentes, el camino se recorre en sentido opuesto: desde la pantalla cinematográfica hasta las páginas impresas o digitales. Podría entonces plantearse de principio si resulta pertinente un análisis que asocie al cinematógrafo con la pintura. Teniendo en cuenta que ambas expresiones artísticas utilizan la imagen y su representación desde el punto de vista de sus creadores, existe una primera gran conexión. Estudiosos y artistas del cine, desde muy diferentes ópticas y tendencias, han propuesto un maridaje o al menos un paralelismo entre ambas disciplinas. El realizador soviético Serguiey Eisenstein, que tanto aportó a la teoría del montaje, menciona a Goya, El Greco y Van Gogh, entre otros artistas de la plástica, cuando habla del encuadre y la composición cinematográfica.