En el primer número de Islario hay un énfasis específico en la antigua región lacustre de la cuenca de México, dados los diversos procesos de despojo que varios pueblos sufren hoy en día por el emplazamiento del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) y las rebeldías y resistencias que derivan de su imposición. Tal es el caso de los textos de Eduardo Abaroa y Adriana Salazar Vélez, quienes abordan la política de los desplazamientos de dos comunidades: Atenco y el predio Hidalgo y Carrizo, ambas habitan la rivera oriental del antiguo lago de Texcoco, territorio que está siendo penetrado, invadido y despojado por las empresas adjudicadas en la construcción del NAIM, la obra de infraestructura más costosa del mandato de Enrique Peña Nieto y hoy cancelado mediante una consulta pública. Un contrapeso importante que “descentraliza” la discusión sobre despojo de la cuenca de México, lo realiza el texto de C. Rafael Castillo Taracena, quien analiza los procesos de patrimonialización de la cultura maya en Guatemala para explorar sus contradicciones inherentes, e indagar así sobre las prácticas alrededor de la posesión y uso de la cultura, categoría atravesada por una contradicción originaria entre la idea de despojo y la de restauración. Migramos al sur de México para indagar respecto a las formas organizativas mediante las que diversos movimientos indígenas y campesinos han resistido a los mega proyectos impulsados por el Estado. El texto, a cargo de Miguel Ángel Sámano Rentería trata de esclarecer la nueva forma de acumulación del capital por desposesión mediante el extractivismo, un modelo de explotación neocolonial, y por otro, narra las experiencias de casos emblemáticos de resistencia, como el de la presa la Parota y la hidroeléctrica de San Juan Tetelcingo, ambos proyectos ubicados en las riberas del Río Balsas, en Guerrero y cuyos habitantes resistieron con éxito a la expropiación estatal. De la cuenca del Balsas nos desplazamos al noroeste del territorio mexicano con el ensayo visual de Miguel Fernández de Castro, quien siguiendo con su reflexión sobre la política implícita en los sedimentos materiales, elige varias imágenes de su autoría tomadas en las llanuras, sierras y desiertos de la frontera norte y señala críticamente al narcocapitalismo de estado y su relación con las nociones de despojo y devastación, concatenando las posibilidades políticas de la erosión de estratos geológicos con la precarización de un entorno históricamente localizado.