Dar de leer a los niños, desde muy pequeños, que haya en su vida libros con páginas o sin páginas -la tradición oral, ese primer encuentro con la palabra que marca para siempre-. Los primeros arrullos, los juegos de palabras "muchas veces sin sentido. Poco importa lo que dicen importa lo que suscitan. (Voz, palabra, encantamiento, ritmo que mece y reconforta). ¿Qué otra cosa, sino, es la experiencia poética?". ¿De dónde habrá surgido ese consenso escolar que nos obliga a todos a o subrayar lo mismo en el mismo párrafo del cuento de Caperucita Roja en un intento -muchas veces vano- de entender lo que dice el autor? A la palabra "casa" el significado es diferente para cada lector porque cada uno se apropia del lenguaje y del texto literario a través de sus propias experiencias en una compleja trama de relaciones, significados y recuerdos. Así, la desobediencia del lector al sentido literal del texto es lo que le permite "comprender" en toda su dimensión. ¿Para qué sirve la literatura? La autora nos ofrece una respuesta en este libro: "aunque leer literatura no cambie al mundo, sí puede hacerlo más habitable, porque el hecho de vernos en perspectiva y de reconocernos en la experiencia de otros contribuye a abrir nuevas puertas para la sensibilidad y el entendimiento de nosotros y de los otros." Nuestra tarea desde que comenzamos a tener palabras es construir sentido. Y necesitamos literatura porque la experiencia de los demás nos ayuda a entender cómo lo hicieron otros para intentarlo nosotros. Al final, la literatura nos ayuda a entender al amor, a la muerte... y lo que hay en medio.