Ema tiene un nombre fácil, pero un pelo muy difícil, como un río enredado. A su mamá eso la pone loca cada mañana, cuando la peina con un peine cocodrilo. Y para Ema cada nudo desenredado es un ¡ayayay! acompañado de lagrimones. Hasta que aparece Emota: grandota, despeinada, con las rodillas sucias y las medias caídas. Ella sí tiene la estatura para poner las cosas en orden.

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