Leer un poema de Ferreira Gullar es enfrentarnos a la materia viva, a la masa que sólo la imagen poética puede contener en el discurso que deja de ser tal para convertirse en lenguaje poético que contiene la historia revelada en el poema. Pareciera que las imágenes que constituyen sus textos fueran instalaciones/intervenciones que más que transformar la realidad le otorgan expresión. Hay un cuidado, pero también hay una dimensión espacial donde estos objetos y seres se revelan. Estoy convencido, contra toda lógica discursiva, de que muchos de sus poemas podrían ser considerados como “no-objetos”; término que le debemos a su propia reflexión crítica. La retórica seca y puntillosa de muchos de sus textos nos lleva a la creación de zonas esenciales. Estas zonas presentan objetos y seres que se nos vuelven sujetos ya que nos ven, nos devuelven la mirada, y en esta fricción detonan la imagen, el eco del acontecimiento poético. Sin duda estamos ante un quehacer lírico que pondera las plurales cualidades de la materia en su forma, espacio y tiempo. Tener en cuenta el color, la textura y naturaleza de los seres y objetos que conforman su imaginario. JOSÉ JAVIER VILLARREAL