Luces de emergencia podría ser la señal de auxilio al llamado colectivo de nuestro tiempo. Once historias como once posibles promesas narradas con tal maestría que nos hace olvidar que es ficción lo que aquí se cuenta. En los relatos de Oswaldo Estrada dos características resaltan. La aparente sencillez con que narra un acontecimiento que se instala desde el principio en las emociones y ya no nos suelta y el desenlace inesperado típico de los grandes cuentos que obedecen a las reglas del género. Se trata de historias redondas, perfectas como piedras pulidas que sin embargo nos lastiman e inquietan. La magia consiste en que Oswaldo construye inesperadas versiones hechas con los temas de todos los días. La angustia de un niño migrante, la muerte en ese otro destierro que es un asilo, la marca indeleble de la violencia doméstica. Por encima de todas campea el tema de temas de nuestro tiempo: la permanente huida. Como él mismo, de origen peruano criado en un mundo de migrantes, sus personajes encarnan la contradicción de aquéllos cuyo único sentido de pertenencia está en el lenguaje. Una forma de nombrar hecha de muchas formas que expresan la conciencia de que habitar dos lenguas es estar condenado a la diversidad como única tierra firme. Luces de emergencia desmonta las ideas fijas de patria, familia, relación con los otros y propone un nuevo modelo de mundo: aquél en que los otros somos inevitablemente todos buscando una salida. La utopía de que pese a la hostilidad al final hay una luz que algo nos promete.