Narrada desde el punto de vista de una mujer y un hombre dotados de una lucidez, una ironía y una compasión que reproducen los valores de la propia autora, esta visión sin paliativos sobre el abismo al que la sociedad actual está abocando al planeta es también un homenaje al arte de contar historias. La mayor parte de la población ha sido exterminada por una epidemia creada por el hombre, o más exactamente por Crake, quien tomó la decisión de salvar el planeta de la catástrofe ecológica reemplazando a la humanidad por unas criaturas inocentes, herbívoras y pacifistas llamadas crakers. Además de éstos, entre los supervivientes de la gran devastación natural se cuentan algunos maddadd midas, antiguos bioterroristas enfrentados a las grandes corporaciones, y unos cuantos Jardineros de Dios que en su día se consagraron a la plegaria y la veneración de la Tierra. Las circunstancias los obligan a convivir y a organizarse mientras sus líderes, Toby y Zab, hacen lo posible para protegerlos de los ataques de los despiadados paintbalistas y de los cerdones, temibles híbridos de cerdo y humano. En esta complicada coyuntura, sin embargo, aún hay espacio para la historia y para el mito, y los supervivientes, pese a estar conmocionados y aturdidos, todavía son capaces de mostrar afecto, amor y solidaridad. El mundo sigue estando lleno de sorpresas, y quizá, al fin y al cabo, la esencia de lo que nos define más profundamente como personas no está condenada a desaparecer para siempre.

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