Más allá del personaje, está su historia. Más allá del sujeto, está la vivencia. Más allá del desenlace, está aquello que queda por aprender. El que tenga oídos que oiga. Así son los cuentos de verdad, donde lo oscuro y lo luminoso, lo mundano y lo divino, la tragedia y el consuelo, encuentran en todo ser humano su máximo punto de realización y también de convergencia. Reconocemos que el éxito y el fracaso, la locura y la ordura, la enfermedad y su cura, son todos los elementos del ser, todos presentes en cada uno. A través de las historias de Ambie, Edgar, Gerardo y otros, Castillo nos lleva a recorrer algunos recoveos de nuestra mente humana, en donde se esconde lo que nos define, sea bueno o malo. Apoyado en la tragedia, la adicción, la caída y posterior reivindicación, elementos humanamente presentes, tan vistos y comentados hoy en día, en estos relatos se nos enseña que el nombre es indiferente cuando de cualquiera puede ser la historia. Y que en ese cualquiera, apoyado tal vez, en algo más, también está la salvación.