Madrid agonizaba por culpa de una noche tropical, de haber tenido chicharras alrededor hubieran puesto la banda sonora más lúgubre que jamás habría recordado en la escena de un crimen, que quizás fuera por la humedad, la temperatura o todo lo que me rodeaba, pero las pruebas parecían entrar en un juego macabro que bailab an en un sin sentido. El tiempo acabó por darme la razón. Esa primera medianoche puso en jaque a todo el departamento de policía que tuvo que unir un puzzle rocambolesco donde tuvieron cabida elementos de todo tipo, camellos aspirantes a narcos, un asesinato en una joyería reconvertida a galería de arte abstracto, una performance de arte modeno de Lavapiés, en fín, que te voy a contar que ahora no seas capaz de leer. La casualidad, la monogamia y el deseo fueron finalmente las extrañas reglas que acabarían por dirigir el destino y el lugar de las piezas inconexas.