Hoy vivimos un mundo convulso. Las instituciones, reglas, valores, normas que se establecieron, después de la Segunda Guerra Mundial, algunas siguen vigentes y otras no, debido al reajuste político internacional que está enfrentando el mundo. Antes era la lucha geopolítica; hoy es la lucha geoeconómica. Ya no es la conquista territorial pura, ahora es la conquista de los nichos de mercado internacionales, en virtud de que vivimos un mundo global plenamente capitalista. En el pasado, el hegemón político-económico fue Europa, hoy todavía es EE. UU, en el futuro será Asia, en particular el centro de gravedad será China. En el 2040, la economía china sobrepasará a la economía de Estados Unidos. Y aquella se consolidará en el 2050 como primera economía del mundo. Es claro que la comunidad de naciones debajo de la bipolaridad ideológica y estamos en la multipolaridad económica. La guerra comercial estadounidense contra China es solo un disfraz pues constituye un intento de EE. UU por detener el ascenso de China al dominio y control de la inteligencia artificial. Vivimos en la era digital, quien controle el espacio cibernético controlará el planeta, y China va en ese camino. Además, el 50 por ciento del Producto Interno Bruto mundial se está generando en Asia Pacífico, donde China es el centro económico y está creciendo a un ritmo de 6.5 por ciento al año, contra 2.3 por ciento que alcanzo Estados Unidos en 2019. Es claro que estamos viviendo un mundo convulso salpicado de crisis sociales, económicas, políticas y de valores producto de la perversión de la corrupción y del incremento de la desigualdad en la distribución de la riqueza mundial donde solo una elite de 10 hombres detenta el 50% de ella. Y donde la inmensa mayoría de la población en general y de la clase media en particular, ha visto disminuir sus derechos sociales, sus pensiones, sus bienes. Grupos sociales conviven indignados protestando en la calle, en la desesperanza y el empoderamiento, mientras se multipli