La obra de Ed Hopfner se caracteriza por ser disruptiva: constantemente juega con las formas literarias, la puntuación y la ortografía para dar un toque ya característico de su pluma. Otoño en abril, su primera colección de haikús, no es la excepción: con un conteo cuidadoso nos recrea imágenes que, a simple vista, no distan en gran medida de los cánones japoneses. Sin embargo, en su escritura se delatan, como siempre, rasgos y guiños del mundo de la música para crear cadencias y ritmos, los cuales sólo pueden ser evoca dos por la mano del escritor que posee conciencia de la partitura.