Los lindes temporales de los movimientos vanguardistas latinoamericanos suelen situarse entre 1916 y 1935; si bien entre los estudiosos del tema existen algunas discrepancias al respecto, donde sí parece haber consenso es en señalar 1922 como el año de su pleno florecimiento, pues en esta época circulan diversos manifiestos, proclamas, volantes, hojas murales o impresas, se realizan varias exposiciones artísticas y se publican libros fundamentales para su desarrollo, entre ellos, Trilce de César Vallejo; Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, de Oliverio Girando; Andamios interiores, de Manuel Maples Arce, y, a principios de 1923, Fervor de Buenos Aires de Jorge Luis Borges. La práctica de los movimientos europeos (expresionismo, cubismo, futurismo, dadaísmo, imaginismo, ultraísmo, surrealismo) despliega un abanico de recursos y estrategias que cambian o distorsionan los sistemas más aceptados de representación artística, y al mismo tiempo estimula el surgimiento de nuevas y originales tendencias americanas (creacionismo, estridentismo, constructivismo, diepalismo, negrismo, exteriorismo, modernismo brasileño, euforismo, atalayismo y demás) vinculadas a nuestra propia realidad, pero no como una simple imitación, sino con singulares características y consecuencias. En el presente volumen se reúnen diez artículos que exploran distintos rumbos tomados por las vanguardias en nuestros países y se analizan las obras y aportaciones de algunos creadores representativos de las mismas, con la convicción de que se trata de un periodo clave para comprender la evolución de las letras y la cultura de nuestro continente.