Este texto, heterodoxo en muchos sentidos, desafía a las concepciones y creencias que se dan por sentadas en los diversos ámbitos donde la vida, en su infinidad de expresiones y aspectos, es objeto de indagación, de estudio, de reflexión y hasta de perplejidad, preocupación o zozobra. Se trata de criticar las ideas en sus influencias restrictivas y excluyentes del pensar alternativo, en sus insuficiencias y limitaciones explicativas y, en su caso, hacer aproximaciones teóricas que superen lo criticado; tal es el hilo conductor de este trabajo. La presente obra es una suerte de culminación -nunca definitiva- de una búsqueda iniciada décadas atrás, con intermitencias y salidas colaterales, por las claves distintivas de los acontecimientos propios de la vida. Forjar una teoría penetrante, esclarecedora e inclusiva del movimiento vital en la ontogenia, que proyecte fuerte luz a la filogenia y la evolución, así sea juzgada como una insolencia injustificable, es lo que ha animado esta labor perseverante. Tal búsqueda no consiste en "descubrir las leyes que gobiernan la vida" las leyes científicas pertenecen sólo al mundo físico-químico-, pretende una aproximación explicativa que revele los "porqués" relevantes del fenómeno vital. La teoría de la interiorización del entorno y la anticipación representa una perspectiva integradora de la vida sobre la Tierra -la humana incluida. En su realización se parte de una premisa: organismo y medio interactúan, y en su entendimiento recíproco son indisociables; se destacan las diferencias radicales entre los órdenes físico-químico, biológico y cultural que coexisten jerarquizados en los seres vivos, y entre el medio ambiente (lo exterior y genérico) y el entorno (la red de vínculos privativos de cada viviente). Al precisar el objeto de conocimiento: el proceso vital, se formulan dos principios explicativos: la interiorización (del entorno) y la anticipación (de las situaciones de interacción), que como cualidades más distintivas de los seres vivos, permiten elucidar los orígenes del cambio perpetuo que los caracteriza y su tendencia indefectible a la variación y a la complejidad progresiva. El pensar cada ontogenia como eslabón mínimo de la filogenia y en el enorme desfase entre los aconteceres propios de una y otra, conduce a afirmar que la ontogenia pude explicar la filogenia pero no a la inversa. Se insiste en que los vivientes sólo existen dentro de redes de vínculos muy intricadas, como infinidad de vórtices entreverados (interacciones), donde todo es interdependiente. En nuestros tiempos, el pensamiento explicativo es mal visto, no obstante, es el único que puede cumplir algo imprescindible: subvertir la quietud de las conciencias que descansan en dogmas inveterados y bloquean un entendimiento penetrante de quiénes somos y dónde estamos.