En Santa Gracia, en tiempos de un virus letal que ha matado a miles de personas, Juan Nepomuceno, policía hipocondríaco, investiga la ola de violaciones, asesinatos y desapariciones de mujeres. Los cines, los supermercados, las barberías e incluso las cantinas y los burdeles se encuentran desolados. En la televisión se observan piras de cuerpos amontonados ardiendo como hierba seca, enfermos en cabinas de aislamiento, vacas muertas y policías con mascarillas de oxígeno en centrales de autobuses y aeropuertos. Para protegerse, Juan Nepomuceno busca refugio en el manicomio, donde le suceden dos cosas: lo consideran un interno más y conoce a una tercia de locos que cambiarán su vida y la de Santa Gracia. Rebelión de los fanáticos admite al menos dos lecturas: la que desemboca en la carcajada por su humor negro, ácido y disparatado, y la que nos revela en clave el horror, la brutalidad, la violencia extrema, el abuso sin límites del poder absoluto, la crueldad, el maltrato y la saña contra las mujeres, el fanatismo religioso, la locura (o lo que se entiende por tal) y los caminos a veces absurdos y desquiciados de la lucha política. Esta novela puede ser vista como una linterna que ilumina a los rincones más oscuros de la realidad, pero también como una botella al mar con un manuscrito clave que tal vez llegue, en la playa correcta, a quien logre transformar la realidad de Santa Gracia.