Como dice José Agustín en el epílogo: Para apreciar y disfrutar estos cuentos hay que deponer la intolerancia y asumir una actitud desprejuiciada... Parménides era perfectamente consciente de su valor y de su naturaleza contracultural. Esto le da una mística a su libro. No se trata sólo de mostrar las etapas de la educación sentimental sino de manifestar el propio espíritu: el del rebelde empecinado en ser él mismo, incluso en una libertad encarcelada. Fue una lástima que la locura se tragara a Parménides García Saldaña, pues habría sido fascinante ver cómo desarrollaba su propio mito. Parménides sabía que el rey criollo, ahí nomás, no fue Elvis sino él mismo porque él era Elvis Presley y varios más.

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