Entre todos los sistemas o modelos de pensamiento, ninguno hay que tenga la modernidad de la Kábala. Poético y crítico a un tiempo, este conjunto de reglas y movimientos, situado más cerca del arte que de la cienica, desarticula la Biblia -libro fundador de la cutlura occidental- y propone, en sucesivas lecturas, unir lo constante de la tradición escrita a lo variable de la transmisión oral. Sus visiones de las letras y los números, como una especie de danza atómica, dinamizan los versículos hasta que el estudiante siente en carne propia la experiencia suprema, la formación del verbo en su vibración primigenia, la liberación del espíritu. Figuras de gran relevancia histórica como Pico della Mirándola, Reuchlin, Blake, Jung y otros le han prestado oídos para constatar, rasgo a rasgo, que la imagen del sagrado corazón recogida por la inconografía cristiana no es sino la representación espacial de lo que la Kábala comunica ideográficamente, entre las alas del tiempo, recogiendo una y otra vez lo que la historia abandona. Como las redes cristalinas de los minerales, los treinta y dos senderos de la sabiduría propuestos por la Kábala calan hondo, en las bases mismas de nuestro universo material, en la raíz de nuestro ser orgánico, para ascender gradualmente hasta la conciencia. El fin de la búsqueda kabalística es el descubrimiento de uno mismo.