El espectáculo ha comenzado y todo por culpa de los antiguos griegos, que inventaron innumerables palabras y conceptos que aún hoy usamos para llamar a las cosas por su nombre, empezando por theatron, "lugar desde donde se mira", y drama, que significaba "acción o actuación". Alguien en un sitio cualquiera observa como actúan otros, así se resume el teatro. Aplausos, por favor. Ah, un momento... En realidad, hay más. El teatro es un arte con muchas otras artes dentro de sí mismo. Tiene literatura, música, danza, pintura, arquitectura, fotografía y hasta cine. El teatro pone en escena tragedia, comedia, drama, sátira, farsa y tantos otros géneros que demolieron los géneros. El teatro puede representarse en escenarios cuidadosamente proyectados o improvisarse en una alfombra en medio del desierto. Ilusión o no, el teatro es la metáfora más que perfecta del mundo porque lo aclara con una lupa y le muestra el ser humano al ser humano. El teatro es también lo que los personajes, los gestos y los símbolos dicen sin decir. Unas veces para distraer y divertir, otras para despertar y reflexionar, puede decirse que el teatro necesita solo tres elementos: un actor, un personaje y un espectador. ¿Será opcional todo lo demás? Después del siglo XX, después de Brecht y de varias crisis de identidad, ya no hay certezas. O quizás una: el teatro es la extraña química que se da, en un sitio cualquiera, entre quien hace y quien mira. Es fiesta. La gente del lugar se reúne para cantar y bailar; entonces algunos se ponen máscaras y aparecen disfrazados: de héroes, de dioses o de tipos extravagantes que discuten y se enfrentan entre ellos; los demás, fascinados, se sientan a su alrededor para contemplarlos y escucharlos con atención: está naciendo el teatro. Se abre un telón, y otro, y otro más... A todos ellos, ahora sí: Un Aplauso.

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