Los juristas más relevantes de Occidente opinan que la Teoría Constitucional constituye la columna vertebral de la Teoría de Estado, del Derecho Constitucional e incluso de la Teoría del Derecho. Tal convicción parecen confirmarla los notables cambios que en los últimos veinticinco años han transformado el escenario jurídico aceleradamente. Así, mientras los tribunales constitucionales europeos han venido construyendo un nuevo Derecho Constitucional con el fin de estructurar los conceptos fundamentales del actual Estado Constitucional Democrático, en México las nuevas atribuciones que la Constitución Federal otorgó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación han convertido a esta institución en un verdadero Tribunal Constitucional. La democracia real y efectiva, las libertades, la dignidad humana, el pluralismo político, el sometimiento de los Poderes del Estado al Derecho, la vinculación de la Constitución con los Poderes Públicos y con el ciudadano, son temas insoslayables para una nación que se precie de vivir en una auténtica Democracia Constitucional. Pero si bien el Derecho Constitucional avanza a pasos agigantados en este sentido, la Teoría Constitucional lo hace lentamente. Empeñada en una tarea tan delicada como la de no desvirtuar los conceptos y fines de los valores superiores de la Constitución y de los Derechos Fundamentales del Hombre, sólo incorpora cambios sustanciales después de que los tribunales constitucionales de los países más avanzados han probado su eficacia en robustecer el Estado Constitucional Democrático.