He aquí una de las más bellas historias de amor jamás contadas: dos jóvenes bebieron un filtro mágico que no les estaba destinado y el amor entró en su alma para siempre, en la vida y en la muerte.  Desde el siglo XII, juglares y escritores de distintas lenguas han cantado y escrito el amor inextinguible entre la hermosa e inteligente Isolda la Rubia, hija de los reyes de Irlanda y esposa del rey Marco de Cornualles, y el valiente y esforzado caballero Tristán de Leonís, sobrino del rey. No podían vivir el uno sin el otro y, sin embargo, les separaron siempre inmensos obstáculos y tiempos de soledad y desespero; Isolda estaba dispuesta a dejarlo todo si él la llamaba, y Tristán iba a cantar como un ruiseñor, y sería un leproso, un loco, ¡lo que fuera!, para poder verla. Los acechan sin descanso traidores, y las normas son espadas afiladas que penden sobre sus cabezas, aunque a su lado están fieles servidores que los ayudan sin desmayo. Rosa Navarro Durán ha recogido la leyenda en la forma que Joseph Bédier y René Louis le dieron en el siglo XX, acudiendo a Béroul y a otras fuentes, y ha mezclado sus dos aguas para que en el fondo de su fluir pueda verse su inmensa riqueza. Los siglos lo devoran casi todo, pero siempre respetan las hermosas historias porque saben bien que en ellas está cifrado lo mejor del ser humano. Esta es una de ellas: Tristán e Isolda es un mar sin límites de amor y belleza, una de las grandes leyendas que la tradición nos ha legado, una herencia sin precio que nos regala hondísimos sentimientos y se cobra dulce melancolía.

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