La vida de Doireann Ní Ghríofa está marcada por la crianza de sus hijos, aún pequeños: tomas, papillas que preparar, lavadoras, viajes de ida y vuelta al colegio en coche… Días extenuantes con listas de interminables quehaceres por tachar y noches siempre demasiado cortas. Así transcurre su rutina, hasta que de pronto se cruza con la voz de una mujer, madre como ella, autora de un antiguo lamento en verso por la muerte de su amado, que se convierte en una revelación y comienza a resonar con enorme fuerza en ella. De manera inesperada, el poema la invade y le hace confundir sus palabras, miradas y pasos con los de esa otra mujer, sus respectivos sacrificios e incluso los rostros de sus hijos, hasta convertirse en una obsesión.

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