Un mundo feliz, bajo el control del Estado Mundial, en la Era de Ford, todo el mundo es feliz. Los seres humanos son creados en serie, condicionados para llevar a cabo su labor con gusto y organizados por castas; la familia no existe; el consumismo es fomentado desde el nacimiento; el placer es satisfecho por distintos medios; nadie enferma ni envejece, y siempre hay pastillas de soma para evadir la realidad cuando ésta se torna difícil. Sin embargo, dentro de esta sociedad perfecta existe la Reserva Salvaje, que es un área limitada en la que los habitantes no han sido tocados por la modernidad y que se ha vuelto un lugar de visita para quienes sienten curiosidad por ver el lado opuesto a la civilización. Bernard Marx, quien por alguna razón que desconoce no está feliz bajo el control del Estado Mundial como los demás, visita la Reserva Salvaje y conoce allí a John, un joven que acepta irse con él porque desea con todas sus ganas conocer ese extraordinario mundo feliz del que tanto ha escuchado. Pero no imagina que lo que más desea conocer de la civilización existe gracias a que muchas de las cosas que más ama se han extinguido.

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