René Girard, como Simone Weil, piensa que los Evangelios, antes que una teoría de Dios, son una teoría del hombre. Un mapa de las violencias en que el orgullo y la envidia de los hombres encierran a la humanidad. Descubrir esa teoría del hombre y aceptarla es infundir vida a las grandes cuestiones evangélicas -de Satán al Apocalipsis- relativas al mal, olvidadas y eliminadas por los creyentes. Y es también resucitar la idea de la Biblia en su totalidad como profética de Cristo. Por eso los Evangelios constituirían la clave de toda la mitología que nos precede y la clave de la historia inaudita que nos espera.