Subir la roca, bajar la roca
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Subir la roca, bajar la roca

«Siempre puse en mis escritos toda mi vida y toda mi persona. Ignoro lo que pueden ser los problemas puramente intelectuales.» Nietzsche

Hoy es el cumpleaños de Albert Camus y nos preguntamos si hacía algo para celebrarlo. Antes de seguir con esos pensamientos morbosos,  divagamos buscando definir el eje de su pensamiento, ese  llamado “sinsentido” o vacío que aparece en la cotidianidad, a mitad de la tarde o frente al mar. Definitivamente Camus no sería el más festivo, pero contra todo pronóstico, encontramos en su Correspondencia con René Chair que la vida era buena, a pesar de que la grieta existencial siempre estuvo ahí. Chair recuerda en una melancólica carta: “…Todavía resuena el eco de las carcajadas que estremecieron el Vaucluse…”

Lo más obvio sería pensar en un Camus sombrío, cavilando sobre la vida. Aunque sus reflexiones eran densas, su claridad de pensamiento era certera y luminosa: “se hacen matar por las ideas o las ilusiones que les dan una razón para vivir”.  El escritor tenía claro que una razón para vivir es, al mismo tiempo, una excelente razón para morir. Para Camus, la muerte es el mayor de los absurdos, enfrentarse a ella revela el absurdo supremo, ese divorcio entre el espíritu que desea y el mundo que decepciona. 

Camus descubrió al héroe de absurdo en Sísifo, que fue condenado por los dioses a subir eternamente una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la roca volvería a caer otra vez hasta abajo por su propio peso. Todo comenzó cuando después de morir Sísifo  tuvo el permiso de volver a la vida y se encontró de nuevo con el mundo, ya no quiso regresar. A simple vista el acto repetitivo infinito es el peor de los castigos: una tarea inútil y sin esperanza. La vuelta de tuerca está en que Sísifo es “consciente” de su situación, aunque su esfuerzo será eterno, es dueño de su tiempo y de sí mismo, eso lo libera y de alguna forma le permite mantener un estado de dicha inusual.

En el imaginario colectivo, Camus, es mucho más que el Premio Nobel de Literatura 1957, es recordado en casi todo el planeta como el autor de novelas y textos dramáticos trascendentales como El extranjero, La Peste y El malentendido. Sus ensayos y textos menos narrativos como El hombre rebelde, El verano y Ni víctimas ni verdugos son territorios menos explorados. El lector que decida alejarse de la ficción se verá enfrentado a una especie de ensayo literario filosófico, que lo expondrá a lo irracional, a ese absurdo que nace de esta confrontación entre el grito desesperado de la humanidad y al silencio irrazonable que le devuelve el mundo.

Albert Camus nació en Argelia un 7 de noviembre de 1913, bajo el signo de escorpión, vivió en barrios pobres, logró estudiar gracias a su esfuerzo y a la obtención de becas. Antes de convertirse en periodista y escritor, su más grande aspiración era ser portero de fútbol, pero una enfermedad acabó con sus ambiciones. Su madre no sabía leer ni escribir, pero fue figura determinante en su personalidad y pensamiento. Albert Camus murió tres años después de haber recibido el Nobel, hecho que resalta lo insignificante de la vida humana y que nos invita imaginar un Sísifo feliz.

América Gutiérrez

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