CAFES EN MEXICO EN EL SIGLO XIX, LOS / 2 ED.

DIAZ Y DE OVANDO, CLEMENTINA
CAFES EN MEXICO EN EL SIGLO XIX, LOS / 2 ED.
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CAFES EN MEXICO EN EL SIGLO XIX, LOS / 2 ED.

DIAZ Y DE OVANDO, CLEMENTINA
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Aprincipios del siglo XIX un semanario mexicano buscó en los libros los orígenes del café (bebida que estaba siendo descubierta por los novohispanos), y fue al rastreo de sus virtudes: purificaba la sangre por medio de una dulce agitación, disipaba la pesadez del estómago y alegraba el espíritu. Ese interés iba a la par de la casi inmediata popularización del elixir y los rituales que lo acompañaban. La experiencia europea servía como modelo: "En Inglaterra se cuentan hasta tres mil cafés y allí sirven para las contrataciones públicas, suscripciones, bancos de noticias, etcétera. No hay en ellos billares ni ruido alguno: todos en silencio leen los periódicos de que hay mucha abundancia". Los cafés en México fueron, desde sus inicios, espacios de reunión, de conspiraciones políticas, de lecturas de periódicos y peñas literarias. Al parecer, el primer café que se estableció fue el de Manrique, en la esquina de Tacuba y Monte de Piedad, y en él se ideó más de alguna conspiración política en contra de la dominación española. Al café de Manrique "acudió don Miguel Hidalgo y Costilla, con intenciones que no fueron las de rezar el Padre Nuestro" (reseña Alfonso Sierra Partida). Entre avatares políticos y bélicos los cafés se volvieron, entre otras cosas, centros de espionaje, refugio de cesantes, vagos, empleados, jugadores, caballeros de industria, asilo de políticos, periodistas, militares, literatos, cómicos, "niños de casa rica", dueños de haciendas, asombrados payos. Eran sitio ideal para chismorreo, para despellejar al prójimo, para hacer negocios.

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