# 482. Historia de las ideas estéticas en España siglo XVIII

MENENDEZ Y PELAYO, MARCELINO
# 482. Historia de las ideas estéticas en España siglo XVIII
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# 482. Historia de las ideas estéticas en España siglo XVIII

MENENDEZ Y PELAYO, MARCELINO

La gran revolución filosófica, preparada por los pensadores italianos y españoles del siglo XVI, estalló en el XVII con inusitado brío, llevando su influencia a todos las órdenes del conocimiento humano. Roto por Descartes el cetro de la autoridad tradicional, y erigida la afirmación de la propia conciencia en base y fundamento de toda filosofía, cambió de pronto y bruscamente el punto de partida de la ciencia, y con él cambiaron los procedimientos todavía más que las soluciones; Los filósofos de la antigüedad, de la Edad Media o del Renacimiento, aun los que más se distinguieron por sus tendencias al análisis psicológico, convenían, sin embargo, en admitir una base ontológica, una realidad externa y superior que daban como supuesto. Procedían casi siempre de fuera a dentro, razonando y legitimando lo psicológico por lo ontológico, y no al contrario. Para los platónicos de la Idea no era de ninguna suerte la noción de las cosas tal como se da en el entendimiento humano, sino una realidad más alta, inmutable en medio de lo transitorio y fugaz, viva, inmortal y divina, de la cual era sombra y reflejo distintísimo la idea o noción humana. Para los aristotélicos, así griegos como árabes y escolásticos, si las ideas no alcanzaban tal realidad substancial e independiente, si no eran ya la luz iluminante que baña y aclara los objetos y hace posible la misteriosa cópula del conocimiento, nadie dudaba, en cambio, del valor absoluto y real de los principios naturales, especialmente del de la forma, y sobre tal fundamento construían el edificio de su cosmología, lo mismo que el de su psicología, dando a una ya otra un carácter exclusivamente metafísico, puesto que no venían a ser más que determinaciones y aplicaciones parciales de los gérmenes contenidos de una manera abstracta y generalísima en la ontología pura. Esta concepción se mantuvo enhiesta durante el Renacimiento, y hasta los más audaces reformadores se inclinaron ante ella, sancionada como estaba, por el unánime con

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