Este libro llevó varios años de estudio a partir de la pregunta de un viejo maestro de las ciencias jurídicas: ¿es el derecho arte? Al término de nuestros trabajos y reflexiones concluimos que el derecho es técnica, como se muestra en los procesos civiles o penales; es ciencia, pues parte de conceptos jurídicos fundamentales, junto con el empleo de lógicas para razonar, métodos para realizar sus labores e incluso llega a la epistemología jurídica por medio de rompimientos y claves epistémicas, y es arte, porque cumple con las condiciones que, desde el inicio de los pitagóricos y posteriormente los demás filósofos –Baumgarten, Lessing, Kant, Hegel, Schiller, Taine– establecieron: proporción, armonía, esplendor y equilibrio. Conforme a lo anterior, el saber estético posee la virtud de ayudamos en el ejercicio de nuestra vocación de estudiosos del derecho, o de acuerdo con los quehaceres jurídicos en la postulancia, judicatura, docencia, investigación o consultoría, como los clasifica Manuel Atienza, al enriquecernos bellamente con esta calidad epistémica que muy poco hemos cultivado.

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